ARTÍCULOS - NUESTRAMONTAÑA :
MONTAÑAS DEL ECUADOR Casi a finales del 2009, los andes Ecuatorianos están sufriendo una drástica sequía, produciendo un estado calamitoso en los glaciares de sus principales montañas. Se prevé lluvias para los próximos meses, además para favorecer a la gente del campo. La siguiente es una crónica de una estancia en Ecuador, donde las sorpresas estuvieron a la orden del día. Apenas bajar del avión, un fuerte calor en Guayaquil nos vaticinaba que las temperaturas en todo el país estaban bastante altas. Unas 6 horas de viaje en bus, nos condujeron hasta Riobamba (2780 m.). Primera sorpresa, el “poblado” que esperábamos, resultó una enorme ciudad con casi medio millón de habitantes. Riobamba es una ciudad llena de contrastes en cuanto a cultura, gente y paisajes re refiere, desde calles multicolores y coloniales, hasta edificaciones modernas. Resulta gratificante recorrer su extensa avenida principal, conversar con su gente y darse algún gusto con su excelente y variada gastronomía. ILLINIZA SUR - 5246 m. Para el acercamiento a las principales montañas de Ecuador, todas ellas volcanes extintos, “dormidos” o incluso en actividad, es posible hacerlo por cuenta propia desde los principales terminales de bus, las entradas a los parques varían desde USD 10.00 para extranjeros y USD 2.00 para nacionales. Como es lógico, existen tours organizados. En el caso de los Illinizas, ubicados a unas 4 horas al norte de Riobamba, el acceso hasta las inmediaciones de la reserva es relativamente cómodo, sus casi 3 horas de aproximación hasta el refugio hacen de ello, una excelente opción para entrar en contacto con las montañas del sector. El refugio “Nuevos Horizontes” (4850 m.) ofrece un cómodo ambiente para unas 15 personas, no es necesario reservar y el costo es de USD 15.00 la noche, es preferible llevar su propia comida y prepararla en la cocina habilitada en el lugar, incluyen los utensilios. La segunda sorpresa del viaje fueron las condiciones de esta montaña, nuestro primer objetivo. Esperamos algunas pendientes nevadas que supuestamente surcaríamos en una cordada de 4 personas con equipo glaciar. Craso error. Apenas ingresados al glaciar, tras superar una pared rocosa, observamos impresionados que la ruta era hielo negro y duro, con inclinaciones de 55 - 60° al inicio de la vía. Uno de nuestros compañeros, al sentirse mal, se había quedado en el refugio junto a sus 2 piolets técnicos, herramientas que extrañábamos, mientras trataba en vano de clavar la punta de mi piolet clásico sobre el duro hielo. Tras alcanzar una "cómoda" grieta, colocamos el primer seguro creyendo que 60 metros más arriba la pendiente cedería, otro error, al acabarse la cuerda, observé espantado que la pared se volvía más vertical y no tenía ningún tornillo para asegurar la ruta. Felizmente, un guía local y su cliente, estaban a unos pocos metros de mi precaria situación, cortésmente, y mostrando una gran solidaridad, me alcanzó un tornillo para hielo y pude colocar una reunión a fin que mis compañeros sigan el ascenso; y por supuesto asegurarme, ya que una caída hubiese significado el acabose. Desde allí, nuestro avance resultó bastante lento, ya que el equipo era el mínimo y las condiciones de la pared se convertían en zonas muy verticales, de mucho cuidado y con caídas a zonas rocosas. Extrañé mis piolets técnicos mientras iba cayendo unos 8 metros pensando que arrastraría a toda la cordada. Menos mal que el primero de cuerda colocó un buen seguro y apenas sentí el tirón de cuerda al detener mi caída. Tras unos 5 largos de cuerda, con un tiempo excepcionalmente bueno y muy cerca de la cumbre, densas neblinas empezaron a cubrir todo el entorno, poniendo la mañana muy fría. La zona final fue una escalada en hielo muy bonita, unos 70° de inclinación junto a unas salientes rocosas donde instalamos la última reunión antes de alcanzar, a las 11 am., la cumbre sur de la montaña. Habíamos salido a las 4 de la mañana. El descenso resultó bastante trabajoso, pero rapel tras rapel, salimos finalmente del caótico glaciar hasta alcanzar, casi a las 5 de la tarde, el refugio, donde el resto de nuestros compañeros, que habían ascendido la cumbre norte, ya empezaban a preocuparse por nuestra situación. Decidimos quedarnos una noche más disfrutando del espectacular atardecer, una excelente cena por la tarde y la mejor compañía que podíamos esperar. COTOPAXI - 5897 m. Tras un obligado descanso del Illiniza sur, visitamos una zona de escalada también al norte de Riobamba, la zona se denomina “chorrera” o san Juan, a unos 45 m. en bus. Posee una espectacular escuela de roca para todos los gustos y niveles. Allí pasamos la tarde entre escalada, rapeles, comida ligera y cervezas Nuestras expectativas para el Cotopaxi, luego del Illiniza, ya no fueron del todo alentadoras, ya nos habíamos enterado de la tremenda sequía y las pendientes y grietas que se presentan usualmente en esta montaña. Toma unas 3 horas y media llegar a la entrada del parque y otra hasta el “parqueadero”, de donde inicia la marcha de aproximación, unos 45 m. hasta el refugio "José Ribas". Este tiene un costo de USD 22.50 para extranjeros y USD 11.50 para locales, también incluye el uso de la cocina y utensilios. Lo comercial del lugar, ha hecho que los guardas no sean demasiado amables si no optamos por quedarnos allí. Nosotros decidimos acampar a unos 200 m. del refugio, lugar de comida de un enorme zorro andino que nos dio un espectáculo difícil de olvidar. 11:30 pm. El inoportuno sonido de la alarma me despertó para iniciar el ritual de colocarse el equipo de montaña. A diferencia del Illiniza sur, esta vez, estaríamos acompañados de numerosas cordadas con sus respectivos guías locales. Fuimos progresando tranquilamente hasta el inicio glaciar. Esta vez la cordada sería también de 4 personas, con la diferencia que las condiciones en la montaña estaban inmejorables. Una nevada en la tarde anterior hizo que las pendientes resultasen seguras para caminar. Tras cruzar algunas grietas y pendientes de unos 45°, alcanzamos, al amanecer, la zona final de la montaña, una pared de hielo duro de unos15 m., 60 - 70° y con una protección inmejorable. La caminata final son unas rampas espectaculares que dan paso a la magnífica cumbre y el cráter donde realmente vale la pena quedarse a disfrutar del espectáculo, si, como en nuestro caso, las condiciones son las mejores. El mar de nubes bajo nosotros terminó por ofrecernos una visión sobrecogedora del lugar, pudimos observar Los Illinizas, el Antizana, Cayambe y a lo lejos, el Chimborazo, la montaña más alta del Ecuador, nuestro próximo objetivo. Hasta ese momento no sabíamos nada acerca de las condiciones en el Chimborazo, menos aún lo que nos esperaría allá arriba. DESCANSO EN CUENCA Tras regresar algo cansados de los ascensos realizados, decidimos enrumbar a Cuenca, una ciudad al sur de Riobamba que presenta lugares coloniales y un ambiente espectacular para el visitante. Se ubica a unas 6 horas en bus desde Riobamba y ofrece al visitante lugares de interés como museos, mercados excelentes para comer, verdes parques y zonas arqueológicas. Claro está que las noches en Cuenca son también de mucha diversión. No fuimos la excepción, así que tras una tarde cultural, pasamos una excelente velada con algunos amigos que nos alcanzaron por la tarde. ...Salud! CHIMBORAZO - 6270 m. La última y mayor sorpresa Indagando en internet, había leído que las mediciones del Chimborazo no fueron correctas, y que la altura real de la cumbre Whymper, la principal, es de unos 6272 m. que atribuyen a la cumbre Veintimilla, en honor a un ex presidente Ecuatoriano que financió parte de la expedición de 1880, que al mando del alpinista Inglés Edward Whymper, fue la que holló por primera vez la cumbre principal de este volcán. Al no tener información de la ruta y sobre todo, por la experiencia de las anteriores ascensiones, optamos por contratar un guía local para una de las cordadas. La seguridad ante todo pensamos. Esta vez la aproximación en carro fue bastante corta, apenas una hora hasta alcanzar el “Refugio Carrell” en honor a los guías Italianos que acompañaron a Whymper en la expedición de 1880. … Unas graciosas vicuñas posaban para nuestros lentes casi al final de la carretera. Se alcanza unos 4860 m. para el inicio de una cómoda y corta caminata (45 m.) hasta el “Refugio Whymper” elevado a 5080 m. y con un panorama excepcional del sector. El atardecer es mágico, el sol desapareciendo tras un manto de blancas nubes yla montaña se torna naranaja. Observamos todo esto desde la comodidad del refugio, que para ese momento, era totalmente gratis para el visitante. Quedamos en despertar a las 10 de la noche, así que a las 6 de la tarde, todo el grupo intentó dormir, en realidad ninguno pudo hacerlo, ya sea por la ansiedad del ascenso o por lo temprano de la hora. La desaparición repentina de mis guantes interiores me sugirió un mal presagio. Traté de no pensar en ello y a las 11 de la noche, estábamos camino de la montaña más alta de los andes Ecuatorianos. Ingresamos a la espantosa morrena, una zona de tierra suelta con pequeñas rocas y hielo duro bajo todo ello, un real campo de patinaje para el descenso pensaba, mientras subíamos todo ello con los crampones y encordados, sacando chispas en muchas ocasiones al rozar con las rocas. “El castillo” es una formación rocosa a unos 5500 m. y anuncia el final de la zona morrénica, dando paso a una arista ventosa que conduce, a unos 5600 m., a la zona inicial del glaciar, una peligrosa placa de hielo con nieve fresca en su zona superior, es decir, una verdadera trampa de nieve si alguien resbalase. El terreno se pone bueno a unos 5800 m. aunque la inclinación es algo pronunciada, la nieve ofrece una seguridad excepcional. Casi a las 5 de la mañana, alcanzamos la cota 6 mil, un record para 2 de nuestros compañeros y el acabose para el tercero, quien literalmente no daba más. La decisión más acertada sería que el guía bajase con él, y nosotros 3 seguiríamos encordados hasta la cumbre. Dada la experiencia en montaña de quien escribe, que luego se fue por los suelos en la bajada, decidimos seguir, con la sugerencia de tener como tope las 8 de la mañana y alcanzar solamente la cumbre Veintimilla, a fin de iniciar la bajada temprano y evitar la caída de rocas en la zona de morrenas. Los casi 200 metros de la pendiente final resultaron una mezcla de tortura física con una gran expectativa, ya sabíamos que alcanzaríamos la cumbre muy pronto y el tiempo se mostraba inmejorable, a pesar del frío amanecer, muy típico a esas alturas. Avanzando como autómatas sobre la gigantesca pendiente, finalmente puede observar el final de la misma, sabía que a pocos metros alcanzaría la primera cumbre, pero al mismo tiempo sabía que la cumbre principal estaba, según muchos comentarios, a una hora y media de la Veintimilla. Apenas asomó la primera cumbre, a las 6: 20 am. La segunda se erguía espectacular y muy llamativa. Convencí a mis compañeros de seguir a la segunda e increíblemente, a las 6:55 am., estábamos parados en el techo de los andes Ecuatorianos. Pude ver a mis compañeros con una capa de hielo fino y blanco cubriendo todo sus cuerpos, imaginé estar en la misma situación, ya que el viento era muy fuerte y el frío arreciaba como nunca. Instintivamente saque el GPS a fin de corroborar la altura, 6270 m. fue la marcación. Inicié mi ritual de cumbre: fotos y videos con el primer zapato de mi hijo que me acompaña siempre y la obligada llamada a mi esposa. Lamentablemente no hubo cobertura, así que empezamos la bajada, un descenso que resultó más duro de lo esperado. Dicen que las bajadas son más peligrosas que la subida, que las fuerzas se acaban cuando uno se exige en demasía, que hay que tener una hora tope, en fin, había oído tanto de aquello y había participado ayudando a mucha gente que se encontraba al límite en diferentes montañas, que hasta ese momento no hubiese sido extraño ver a una persona en este tipo de situación. Siempre he sentido que es como una obligación hacerlo. La vida del montañista es así, hay que ser solidario con quien se encuentra mal, ya sea física o psíquicamente. Recuerdo siempre, cuando presto alguna ayuda, pienso horrorizado si alguna vez pudiera estar así. Todo se olvidaba al estar en una zona segura y saber que la persona llegaba a buen recaudo. Los agradecimientos están siempre a la orden del día, pero para ese momento, no los sentía necesarios. Iniciamos el descenso por una enorme loma de nieve dura que baja directamente en dirección al “castillo”. Esta ofrece una singular seguridad, así que mis compañeros iniciaron el descenso bastante rápido mientras quien escribe, gastaba las últimas fuerzas intentando ofrecer seguridad por si algún resbalón se produjera. Las cosas se empezaron a poner peor, cuando mis lentes de sol se opacaban con el agitado de mi respiración, pero nunca se limpiaban, a pesar de de tener especificaciones para montaña. Aún así descendí muy lento preguntando a mis compañeros por el estado de la bajada, ya que no podía ver absolutamente nada y al ser el último de cordada, la seguridad de la misma recaía en mí. Opté por quitarme los lentes y al tratar de limpiarlos vi con espanto que se habían congelado por dentro. Los coloqué dentro de mi chaqueta exterior que se hallaba medio abierta por el calor de la mañana, mientras el reflejo de la nieve empezaba a hacer mella en mis pupilas. Ya sabía que estaría un par de días con secuelas, para ese momento no me importó. Con mis últimas fuerzas y mis viejas rodillas punzando de dolor, observé con alegría y nerviosismo, que apenas faltaban unos 150 metros en vertical para la salida glaciar. Traté en vano de olvidar el dolor en las articulaciones y el jadear desesperante de mi respiración, hasta ver absorto una travesía de unos 20 metros sobre hielo durísimo con finas capas de nieve evaporándose con el calcinante sol de la tarde. Un sentimiento de inseguridad y culpa me invadió de pronto, no supe que hacer, mis lentes escaparon de la abertura en mi chaqueta y cayeron, sin recordar cómo, quedé bloqueado como un estúpido sobre una plataforma de hielo duro vociferando palabras soeces y asustado como un niño. Observaba la caída hacia unas grietas pensando que era mi destino final. Recordé dos accidentes pasados y pensé lo injusto que sería dejar a mi pequeño hijo tan temprano. La oportuna acción y consejos de Nicolás resultaron vitales durante este “proceso” que duró casi una hora. Logré avanzar un par de pasos hasta que pudo asegurarme desde un tornillo colocado a unos 5 metros de mi emplazamiento. A duras penas llegué a él y me obligó a regresar por mis lentes que se habían detenido milagrosamente en la pendiente. Logré alcanzar la seguridad de la saliente de la grieta donde se encontraba el otro compañero, cuyas actitudes aún me sorprenden. Hay otro dicho que refiere: … se puede conocer lo real de una persona en un día de montaña que en toda la vida… Alcanzamos los últimos metros del glaciar e iniciamos la terrible bajada al refugio, resbalé muchas veces por el cansancio y el dolor en las rodillas, mientras perdíamos la ruta en la densa neblina. Revisé el GPS y pude ubicar la ruta de descenso. Rompí un bastón y parte de mi carísimo pantalón de montaña al caer por enésima vez hasta alcanzar la salida de esta zona y alcanzar, acompañado por uno de mis compañeros, el refugio Whymper cerca las 2 de la tarde, casi 15 horas después de haber salido. Nunca me había encontrado tan cansado, no sentí la satisfacción de otras cumbres, pensaba solo en volver y en mi familia, recordé haber llorado de impotencia en la bajada y me prometí a mí mismo que ...ya era hora de dejar esto…, segundos más tarde, una tenue sonrisa se apoderó de mi tostada faz cuando recordé que parafraseo este discurso cada vez que bajo cansado de una montaña. Pude oír la sonrisa de Dina, mi esposa, cada vez que me oye decir aquella absurda frase que espero no cumplir jamás. El incontrastable color de la montaña y la neblina aliviaron mi dolor físico, el moral aún perdura, al menos hasta bajar de la siguiente montaña. ...Elige el lado derecho del avión, le recomendaba a Nicolás Epifanio, mi compañero Panameño de cordada, así podrás ver las montañas que hemos escalado … Ahora que hacemos?, pues no lo sé, hay que buscar otras montañas pronto… creo que hay que trabajar no? …Gracias Dina y Sergito por estar siempre conmigo allá arriba. … Gracias Nicky, gracias Wellington y familia, gracias Manolo. …Muchísimas, pero muchísimas gracias montañas de Ecuador, por dejarme compartir mis experiencias y enseñarme tanto… Ecuador, Diciembre 2 al 18 2009 Sergio Ramírez Carrascal Nuestramontaña |
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